Prueba de vida
La pasión de Ron Szasszer por los coches clásicos que mantienen su pátina original le hizo encapricharse de un 356 Speedster muy especial. Al investigar su historia conoció al hombre que lo pilotó años atrás.
Los abedules crecen en el asfalto del circuito Marlboro Motor Raceway, aunque las tribunas aún se mantienen intactas. Hasta 1974, grandes figuras del mundo de la competición como Mario Andretti, Roger Penske o Paul Newman corrían aquí. También Jackie Stewart ganó una carrera de resistencia de 12 horas a bordo de un Lotus Cortina en 1964. “Esta pista cerró poco después de retirarme”, se ríe Edward Parlett, un piloto privado de 80 años y todo un veterano del mítico circuito. “Creo que eso significa que todavía tengo el récord de vuelta rápida. Y eso será para siempre”.
Parlett obtuvo su licencia de competición en Marlboro Motor Raceway; también aquí participó en su primera carrera y obtuvo dos victorias en eventos de resistencia de 6 horas. Pertenecía a la llamada “banda de Filadelfia”, un grupo de pilotos locales que incluía a Bob Lorrailliere, Jack Heron, Nagle Bridwell y Ray Kraftson. Fotografías antiguas los muestran reunidos alrededor del 356 A 1600 Super Speedster, que fue el último coche de carreras de Parlett, justo la unidad que ahora posee Ron Szasszer.
En 2008, Szasszer estaba sentado en el sofá de su piso ubicado en la zona norte de Alemania, con un ojo puesto en la televisión y con el otro en una web de anuncios de vehículos usados. “Realmente no tenía intención de comprar nada, y menos un Porsche”, dice con una sonrisa quien creció en un ambiente marcado por el automovilismo, aunque sin predilección por ninguna marca en concreto. Las fotos de su padre, que emigró a Miami desde Hungría, a menudo muestran a un joven Szasszer apoyado en enormes Chevrolet gigantes y cabe citar que su primer coche fue un buggy fabricado a partir de dos VW Beetle de desguace.
Restaurar en lugar de estudiar
Su segundo vehículo propio fue un Beetle Oval un tanto especial, con suspensión rebajada, neumáticos de gran tamaño y pintado en negro mate. Su afición por este mundo le llevó, en sus años de estudiante de universidad, a dirigir un taller en Hamburgo con su amigo Jens Wilke. Aquí restauraban modelos de Volkswagen para personas que estaban ansiosas por poseer algo mejor que un Trabant tras la reunificación alemana. También se compró un Jaguar E-Type para trabajar en él y utilizarlo como vehículo personal, sin embargo, en esta época de su vida nunca llegó a poseer ningún Porsche. Los dos socios cerraron el taller en 1996, momento en el que Szasszer solía moverse con un Land Rover Serie III (antecesor del conocido Defender). A este todoterreno le siguió un Mercedes SL “Pagoda” que utilizó durante ocho años como coche de diario. Y, tras él, coincidiendo con un cambio de destino, finalmente llegó a su garaje un Porsche 993.
“Siempre he tenido debilidad por la pátina de los coches clásicos, por la historia de las carreras y por ciertos detalles como los números en las puertas”, recuerda. “De alguna manera, siempre me ha intersado esto”. Finalmente, la respuesta a su búsqueda estaba en un concesionario de Austria, que tenía a la venta un 356 A 1600 Super Speedster de 1957, con especificaciones de carreras y pintura naranja. El anuncio apenas tenía una mínima descripción del coche y ni siquiera aparecía el precio”, dice Szasszer. La única información que se podía leer era que había competido en muchas carreras importantes en la costa este de EE. UU. y que en su momento había pertenecido a un piloto llamado Ed Parlett. Para mí, fue amor a primera vista”. Inmediatamente hizo un pago a modo de reserva y, además, pensó que era mejor no decirle nada a su esposa por el momento…
La puesta al día del 356 A 1600 Super Speedster
Después de transferir una suma de dinero nada despreciable, el propietario del concesionario se encargó de ir a recoger el coche a Norteamérica y trasladarlo a Austria. Desde allí, el Porsche fue directo hasta su destino final en Hamburgo, donde su nuevo dueño buscó un taller capaz de poner a punto el motor. Pero él tenía claro que no iba a modificar nada en el apartado estético, el coche debía conservar intacta su apariencia. No obstante, era inevitable llevar a cabo ciertos cambios: por ejemplo, se reemplazó el asiento original de competición, se eliminó un gran arco antivuelco y el antiguo depósito de combustible dio paso a uno nuevo. También se cambiaron el parabrisas y los neumáticos Goodyear que Parlett había usado en sus últimos kilómetros a bordo del 356 hacía cinco décadas. Y fue en este momento cuando comenzó a investigar sobre este piloto del que, hasta entonces, no sabía nada.
“Miré en internet y solo encontré un resultado para mi búsqueda, así que no me sirvió de mucha ayuda”. Al final, fue su profesor de inglés quien le ayudó a avanzar en la investigación, ya que, un buen día, le contó que había hablado con Parlett en EE. UU. “¡Ed estaba vivo! No podía estar más fascinado con aquella noticia”, dice Szasszer. Menos de una semana después, tanto él como su profesor se subían a un avión rumbo a Maryland.
“Parlett comenzó a competir a principios de los años 60”, explica Szasszer. "En 1959, siendo aún estudiante y siguiendo el consejo de su madre, compró un 356 usado para usar como coche de diario. Más tarde, cuando empezó a trabajar, conoció a Nagle Bridwell, uno de los miembros de la conocida “banda de Filadelfia”, que fue quien lo introdujo en el mundo de las carreras. Bridwell dejó de correr en 1965 y entregó a Parlett su 356 Speedster".
Sin embargo, este precioso regalo tuvo un final difícil en Limerock, en 1969. En ese mometo empezó la búsqueda de otro Porsche 356 y fue en ese momento cuando encontró la unidad con número de chasis 84333 en el concesionario de su amigo Bruce Baker. Se trataba de uno de los últimos Speedster fabricados en Stuttgart, en diciembre de 1957, que luego fue importado por Max Hoffman a Nueva York. Baker había comprado este coche a su antiguo dueño, el piloto Dick Scarborough, y Parlett se encargó de continuar su legado durante varios años más.
A pesar de no ser un gran talento al volante, Parlett en cambio sí era meticuloso a la hora de modificar sus coches. Él mismo diseñó el parabrisas de aquel 356 e incluso instaló una cámara Súper 8 en un paso de rueda para ver cómo funcionaba el chasis.
En la carrocería se pueden ver muchos emblemas que hacen referencia a los eventos de competición en los que participó Parlett a bordo de su 356, entre ellos, el Rallye Barrel of Fun (1967), diversas carreras nacionales en el circuito Steel City International Raceway (1967), el Rallye Nacional de los Apalaches (1969) o los Bryar Nationals de Nueva Inglaterra (1972). Tanto en el primero como en el último terminó haciéndose con la victoria.
Szasszer mantiene viva la memoria de Ed Parlett
Parlett se retiró de la competición en 1975 y vendió su coche al piloto Jack Klinges en Bethlehem, Pensilvania, quien lo guardó en un granero hasta 2008, cuando Franz Wittner, de Carcollection, lo llevó a Austria. Szasszer finalmente lo puso en circulación en 2011 y, desde entonces, se ha reunido frecuentemente con Parlett para comprender mejor la historia del coche. En 2012, el veterano piloto le dio a Szasszer su casco, así como todas las facturas antiguas del coche e información detallada sobre sus actuaciones en las carreras.
Lamentablemente, Parlett murió al año siguiente, pero Szasszer ha hecho mucho desde entonces para mantener viva su memoria. El Speedster, todavía con restos de goma de su última carrera hace casi medio siglo, sale a carretera regularmente, a pesar del clima poco propicio de Hamburgo. Su propietario ahora administra la cuenta de Instagram de United Garages, donde alrededor de 1.500 seguidores comparten su pasión por los Porsche con pátina.
Datos técnicos del Porsche 356 A 1600 Super Speedster
Motor: 4 cilindros bóxer
Cilindrada: 1.582 c. c.
Alimentación: dos carburadores Solex 40 PBIC
Potencia máxima: 75 CV a 5.000 rpm
Par máximo: 117 Nm a 3.700 rpm
Velocidad máxima: 175 km/h
Aceleración 0-100 km/h: 14,5 seg