El 953 del Museo Porsche se encuentra hoy muy lejos de su hábitat natural, rodeado de altas cumbres y de nieve hasta donde alcanza la vista. Desarrollado en 1984 para competir en el exigente Rallye París-Dakar, se diseñó teniendo en cuenta las temperaturas extremas y los terrenos desérticos del continente africano. Nunca antes un Porsche se había enfrentado a unas condiciones tan duras.
Su carrocería pertenece a un 911 G y su motor bóxer de seis cilindros y 3.2 litros es prácticamente el de serie, aunque con una compresión reducida para poder "digerir" mejor el combustible de mala calidad que, hace décadas, era habitual al otro lado del estrecho. Los cambios importantes frente a cualquier otro nueveonce de su generación tienen que ver con la motricidad, gracias a sistemas como el de tracción total que envía el 69% de la fuerza al eje trasero y el 31% restante al eje anterior, y al bloqueo de diferencial central.
Preparado para el rallye más duro del mundo
Para hacer frente a lo que sería un maratón de 14.000 kilómetros a través de algunos de los terrenos más difíciles e inhóspitos de la Tierra, Porsche montó en el eje delantero un sistema de suspensión independiente con doble horquilla y doble amortiguador, que alcanzaba un recorrido de 270 milímetros. En la parte trasera las modificaciones fueron menos importantes, si bien se reforzó el eje y se añadieron muelles helicoidales. La carrocería aumentó su seguridad gracias a una jaula antivuelco de acero soldada, mientras que las puertas, el techo, los pasos de rueda delanteros y las ventanillas estaban hechos de policarbonato para ahorrar peso.
Otro apartado clave era la autonomía. Para afrontar las increíbles distancias recorridas cada día en el París-Dakar, los ingenieros de Porsche instalaron un depósito de combustible de 120 litros en el maletero delantero y un depósito adicional de 150 litros ubicado detrás del asiento del conductor.
El veterano piloto francés René Metge y su copiloto Dominique Lemoyne llevaron al nuevo y radical 911 a lo más alto en su debut. Este éxito supuso la primera victoria de un automóvil deportivo en la historia del París-Dakar. Sus compañeros de equipo Jacky Ickx y Claude Brasseur retrocedieron en aquella edición al puesto 139 tras incendiarse un cable, pero a pesar de ello fueron capaces de remontar hasta la sexta posición. Así de rápido y capaz era el 953.
Walter Röhrl, el rey indiscutible de la conducción sobre hielo
Hoy, casi 40 años después, otra leyenda de la competición de los años ochenta se pone al volante de este extraordinario automóvil. Pero en este caso lo hace en el lago helado de Zell am See, en los Alpes austríacos. Como rey indiscutible de la conducción sobre hielo, el embajador de la marca Porsche y bicampeón del mundo de rallyes, Walter Röhrl, es la pareja perfecta para el 953 en este gélido entorno.
“Por supuesto, te acercas al 953 con cierto respeto”, dice Röhrl. “Sabes lo que ha logrado, el éxito que ha tenido. Para un verdadero aficionado a los coches de carreras, es increíble conducir un modelo como este”. Con su característica decoración de Rothmans, que contrasta con las llantas Fuchs de color blanco calzadas con enormes neumáticos todoterreno, el 953 es el 911 de rallye por excelencia. Dondequiera que mires, hay detalles que hablan sobre sus cualidades offroad: desde la protección de los bajos hasta las faldillas para el barro situadas tras las ruedas, pasando por los retrovisores aerodinámicos o los pilotos traseros en el techo. Todo ello recuerda que estamos ante un verdadero coche de rallyes, igual que lo hace el interior con asientos tipo baquet, cuadro de mandos sencillo e instrumentación auxiliar.
En una sola vuelta al circuito improvisado sobre hielo, Röhrl consigue dominar al 953 con sus pies bailando sobre los pedales, logrado unas cruzadas espectaculares sin esfuerzo aparente. El piloto conduce con la misma precisión que hace varias décadas, cuando luchaba por el título del Campeonato del Mundo. El inconfundible sonido del motor bóxer retumba en el valle, algo que Walter define como un elemento clave del coche: “Para cualquier amante del automovilismo de competición, esta melodía es un gran aliciente. Cuando vas al volante, es un auténtico estímulo”. Es evidente que Rohrl se lo está pasando bien, ya que no deja de hacer todo tipo de derrapajes en la pista, vuelta tras vuelta, levantando hielo a su paso.
Rohrl dice con una sonrisa. “Este automóvil fue hecho para el desierto, sin embargo, es sorprendente lo bien que se conduce sobre hielo. ¡Es adictivo!”