lunes. 23.12.2024
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Una de las grandes joyas del Centro Storico Fiat ha sido uno de los grandes protagonistas en el 125 aniversario de la marca. No cabe duda de que el Fiat Mefistofele lo merece. Esta auténtica leyenda de la historia del automóvil ha sido el eje de una serie de eventos que han mercado el verano turinés, con una exposición multimedia en el propio museo de la marca y una conferencia respaldadas por Torino Capitale della Cultura d’Impresa 2024 y el Museo Nazionale dell’Automobile di Torino (MAUTO).

Hablar del Fiat Mefistofele es hablar de su creador, el británico Ernest Eldridge. Como muchos jóvenes de buena familia de la época, encontró en tecnologías novedosas como el automóvil y la aviación un campo perfecto para saciar su sed de gloria y aventuras.

Nacido en 1897 en la alta burguesía londinense, Eldridge abandonó sus estudios para luchar en la Primera Guerra Mundial, un conflicto en el que tuvo su primer contacto con el automóvil como conductor de ambulancias. Tras el conflicto, vivió con intensidad sus dos grandes pasiones, la aviación y los deportes del motor. Un amor por las emociones fuertes que le llevó al mundo de la competición y a un objetivo claro: establecer un récord de velocidad capaz de permanecer en el tiempo. Tenía muy claro el modo de conseguirlo: adaptar el motor de un avión a un coche de carreras.

En aquella época, los “gentlemen drivers” no disponían de un equipo de ingenieros y diseñadores trabajando para conseguir la aleación más ligera o el coeficiente aerodinámico óptimo. Los pilotos debían utilizar sus propios automóviles y visitar desguaces y chatarrerías para, con horas de ensayo-error, lograr un vehículo con prestaciones ganadoras. En 1921, siguiendo este proceso, desarrolló un automóvil que, gracias a un motor de 240 CV procedente de un avión, fue capaz de alcanzar 150 Km/h.

Pero aquello no era suficiente. Eldridge confió en la tecnología Fiat de la época comprando un Fiat SB4, un coche de competición de 1907 ya desfasado, y consiguiendo el propulsor Fiat A.12. Este motor de seis cilindros tenía prestaciones muy apreciadas… por los ases del aire a los mandos de aviones de reconocimiento como los SIA 7B o Fiat R2 o bombarderos como el Caproni Ca.44.

Encajar semejante mole en la parte frontal de un automóvil no iba a ser tarea fácil. En el apartado mecánico, Eldridge modificó los cilindros para dotarles de cuatro válvulas con bujías Magneti Marelli mientras que, para la carrocería, utilizó los restos de un autobús londinense accidentado. El resultado, un auténtico monstruo capaz de desarrollar 350 CV a 1.800 rpm y de producir un ruido infernal, lo que le valió el apodo de “Mefistofele” con el que ha pasado a la historia.

El “Mefistofele” pronto llamó la atención. Delage, una marca especializada en coches de carreras y su piloto estrella, René Thomas, varias veces campeón de las 500 Millas de Indianápolis, lo retaron a un duelo para intentar batir el récord del mundo de velocidad. Su arma: el Delage V12 “La Torpille” de 350 CV. La cita: julio de 1924 en la Route Nationale 20, cerca de Arpajon (Francia). Eldridge recogió el guante.

El 5 de julio, el Fiat Mefistofele consiguió el Record Mundial en pista de tierra alcanzando los 230,55km/h. Pero, sus contrincantes reclamaron el titulo por no disponer de marcha atrás, un requisito para homologar la plusmarca. Al día siguiente, batirían el récord, con 230,63 Km/h. Esto no desanimó a Eldridge que, con la ayuda de un herrero local, logró incorporar un dispositivo de marcha atrás para su bólido. Con esta modificación, volvió a la carretera el 12 de julio y saboreó su revancha: 234,98 Km/h, una cifra que le haría entrar en la leyenda.

100 años del Fiat Mefistofele