El Centro de Producción de Stellantis en Vigo, produce, desde hace poco más de un año, el versátil Fiat Doblò y su versión eléctrica, el Fiat E-Doblò. Para muchos, estos vehículos comerciales llenos de soluciones innovadoras e ingeniosas eran los primeros Fiat que se fabricaban en España. Sin embargo, tuvieron un antecesor que debía convertir a Fiat en un fabricante sólidamente implantado en nuestro país con epicentro en Guadalajara: el Fiat Hispano 514, del que se ensamblaron unas 300 unidades entre los años 1931 y 1935.
Presente en el mercado español desde 1919, Fiat Hispania fue una de las marcas automovilísticas más destacadas en la España de principios del siglo XX. En 1921, abrió uno de los primeros concesionarios modernos en plena de la Gran Vía de Madrid. Un espacio construido con todo lujo de detalles. Diseñada por el arquitecto italiano Enrico Daverio, de sus paredes colgaban obras del pintor Ignacio Zuloaga y sus ventanales estaban decorados por vidrieras de la Casa Maumejean. Contaba con nueve grandes salas para mostrar los Fiat más recientes, espacios de venta, oficinas administrativas y una tienda de piezas de recambio.
A finales de los años 20, todo parecía invitar a un crecimiento espectacular del sector del automóvil en España. El boom económico que marcó la década junto al ambicioso plan de carreteras y obras públicas iniciado por la Dictadura de Primo de Rivera dieron un fuerte impulso a la motorización. Los grandes constructores internacionales estaban al acecho frente a fabricantes españoles protegidos por fuertes aranceles que seguían produciendo automóviles de un modo artesanal para una clientela de alto nivel.
En 1931, la prestigiosa marca Hispano-Suiza, fabricante de coches de gran lujo y motores de aviación, entre otros, decidió vender gran parte de su factoría abierta diez años antes en Guadalajara, bajo el impulso del rey Alfonso XIII, uno de sus mejores clientes. El comprador fue el Marqués de Pescara, propietario de la Fábrica Nacional de Automóviles quien, en menos de un mes vendió tanto la planta alcarreña como el uso de la marca “Hispano” a Fiat. Amplia y bien comunicada por ferrocarril y carretera, ofrecía grandes posibilidades.
La compañía italiana se apresuró en presentar un proyecto detallado al Ministerio de Industria, que lo recibió el 2 de marzo de aquel mismo año. De haber salido adelante, habría convertido a Guadalajara en una capital de la automoción en el centro de España. Fiat se proponía fabricar dos modelos, uno pequeño y popular de cuatro cilindros, el Fiat 514, que estaba viviendo un gran éxito en Italia desde su lanzamiento en 1929 gracias a su precio contenido y mecánica fiable, y una propuesta de gama media-alta que nunca llegaría a producirse en España, el Fiat 521, amplio, cómodo y robusto.
En sus inicios, la planta recibiría sus componentes desde Italia, pero, gradualmente, se fabricarían en España hasta llegar hasta un 80% de piezas de origen nacional entre 1935 y 1936. Arrancaría con 600 trabajadores para alcanzar los 3.000 empleados cuando funcionase a pleno rendimiento. Para ponerla en marcha, llegaron desde Turín el arquitecto Vittorio Bonadè Bottino, futuro artífice de la factoría de Mirafiori, y el ingeniero Ugo Gobbatto, especialista en grandes estructuras. La producción se inició con rapidez y, antes del verano, 35 unidades del Nuevo Fiat 514 “Hispano” ya habían salido de sus líneas de montaje.
Con una estética inspirada en las berlinas americanas que tanto éxito estaban teniendo en España, el Fiat 514 Hispano lo tenía todo para triunfar. En nuestro país se fabricó y comercializó la versión 4 puertas del modelo italiano. Al volante, destacaba por la fiabilidad y el excelente comportamiento de su motor de 28 CV mientras que su interior tenía excelentes acabados, con un cuadro de instrumentos muy completo para los estándares de la época. El Fiat 514 Hispano se distinguía de sus hermanos italianos por los remates cromados en la rejilla frontal y por un logo que exhibía la bandera tricolor republicana en la parte superior del radiador.
Pero la política española tenía otros planes: meses después de obtener el beneplácito del Gobierno y el apoyo de la Corona, unas elecciones municipales culminaron con la proclamación de la II República, abriendo un periodo de gran inestabilidad política, agravada por los efectos de la Gran Depresión que empezaban a hacerse sentir en la economía. La devaluación de la peseta, las trabas burocráticas a la importación de materiales y el aumento de los aranceles minaron la rentabilidad de la planta de Guadalajara. Se calcula que Fiat perdía 1.500 pesetas por vehículo producido (unos 3.800 euros actuales, teniendo en cuenta la inflación).
Finalmente, en 1935, 4 años y unos 300 automóviles producidos después, Fiat vendió las instalaciones alcarreñas a su propietario inicial, Hispano-Suiza, que proyectaba destinarlas a la producción aeronáutica, dejando atrás unos planes que habrían sido decisivos para impulsar el desarrollo industrial de Guadalajara y su comarca.