La temporada se acerca ya a su recta final y, aunque hemos disfrutado y sufrido durante veinte grandes premios, lo cierto es que cada fin de semana que pasa esta Fórmula 1 que vivimos nos sorprende como si hubiésemos empezado a ver carreras hace un mes. Las Vegas y Abu Dhabi pondrán el broche de oro a una temporada de récords, de grandes marcas batidas, pero también de circunstancias atípicas, y de escenarios y situaciones desconocidas hasta ahora. La vuelta de tortilla que ha dado Liberty Media a la Fórmula 1 es un hecho, y poco queda ya de la rígida estructura que forjó Bernie Ecclestone a finales de los 70 con la creación de la Formula One Constructors' Association (FOCA), la plataforma desde la que saltó para tomar el mando de la Fórmula 1. Justo a las puertas del Gran Premio de Las Vegas, es un buen momento para analizar que es lo bueno y lo malo que nos han traído los americanos que ahora dirigen este deporte.
La reseca que ha dejado el Gran Premio de Sao Paulo ha sido de las que no se olvidan en tiempo. Por cierto, digo Sao Paulo y no Brasil porque desde 2021 quien paga la fiesta es la región paulista y no el estado brasileño, tal y como sucede con Ciudad de México, de ahí el cambio de nombre. Sin duda algo que no comparto salvo cuando un país acoge dos grandes premios. Con los dos mundiales decididos a favor de Red Bull y Max Verstappen, ni los más optimistas de Liberty Media podían augurar una carrera como la de Interlagos que sirvió, entre otras cosas, para que mis amigos salieran de las cuevas en las que habían entrado en hibernación antes de tiempo para volver a ocupar sus taburetes en los bares, como los “ultras de chigre” que son. Y no se olviden que lo digo con el mayor de los cariños.
El motivo no fue otro que un nuevo podio de Fernando Alonso y su sorprendente Aston Martin. Esa actuación no esperada es justo uno de los nuevos aspectos que ha nos han traído la gente de John C. Malone, y de su mano derecha y consejero delegado Greg Maffei. Y no les voy a mentir, sin duda no me gusta, y me explico. Sabemos de sobra que en la Fórmula 1 hay ciclos, y que, en esos periodos de dominio por parte de una escudería, su control puede ser débil, o aplastante como es el caso que nos ocupa ahora con la escuadra de las bebidas energéticas.
Eso lo hemos vivido muchas veces en la Fórmula 1. Sin ir más lejos, y ciñéndome a las casi cuatro décadas que me han tocado vivir de este deporte, tenemos por este orden a McLaren, Williams, Ferrari, Red Bull, Mercedes y de nuevo los chicos de Christian Horner. Sin embargo, lo que no habíamos vivido hasta ahora era la ruleta rusa que tenemos con el pelotón perseguidor del equipo líder. Las nuevas normas que entraron en vigor el año pasado han traído una complejidad técnica en la interpretación de los neumáticos y de la aerodinámica, en función al trazado en el que se corre, que hace que un equipo hoy sea candidato seguro al podio e incluso aspirante a bajar del primer cajón del podio al neerlandés, y a la semana siguiente sude la gota gorda para entrar en la Q3 y en los puntos.
Sinceramente, no quiero que la Fórmula 1 sea predecible al cien por cien, pero tampoco quiero que sea como jugar a la ruleta. Para eso nos lo jugamos todo a la primitiva, y los que tengan dinero que se vayan a Las Vegas al casino. Ahora, los que seguimos este deporte durante todo el fin de semana, nos sentamos los viernes a ver la toma de contacto y comprobación de las configuraciones del simulador en los libres 1, analizamos las tandas largas con simulaciones de carrera de los libres 2, vemos las opciones de vuelta rápida en los libres 3 de la mañana del sábado, continuamos con la calificación por la tarde, y tras cuatro tandas en pista no sabemos nada de lo que puede pasar el domingo en la carrera. Así es difícil hacer afición.
Tan solo pedimos una correlación durante la temporada, por supuesto que, con una evolución, aunque esta esté lastrada ahora por la falta de entrenamientos fuera de los grandes premios. Lo que no queremos es un juego de azar. Desde que hace años se eliminaron los entrenamientos libres de los equipos, ya no podemos ver cambios sustanciales motivados por el trabajo sin descanso de la legión de ingenieros que cada formación atesora en sus instalaciones. Sin embargo, esta temporada esos cambios los vemos de carrera en carrera.
Llegamos esta semana a Nevada para el gran premio de Las Vegas, y nadie sabe que nos podemos encontrar en las tablas de tiempo salvo que el Red Bull de Verstappen estará arriba, y eso tras veinte grandes premios disputados este año. Sinceramente, no creo que ayude a que los aficionados no convencidos se alisten a este deporte. Cualquiera de los cuatro equipos que este año han pisado el podio en varias ocasiones puede acompañar al hijo de Jos. Y lo triste es que no será porque veamos una lucha encarnizada entre esos ocho pilotos más Sergio Pérez, lo cual sería de agradecer y es lo que realmente necesita la Fórmula 1 para llegar a más hogares. La realidad es que uno o dos de los cuatro equipos caerá en desgracia durante el fin de semana y se pelará por no ser sobrepasado por los Alpine, los Williams o los Haas.
Incluso los que durante toda la semana inundaron los teléfonos de sus amigos, el mío entre ellos, de memes y montajes por el podio de Alonso, odian este nuevo sistema de competición cuando vienen mal dadas y hay que pasar del chigre a la caverna. Con todo esto, no se trata solo de un juego de aciertos o errores de los equipos. Si uno mira la clasificación está claro que el factor humanos sigue afectando, y si no lo creen no hay más que mirar quien el primer clasificado en Mercedes, Red Bull o Aston Martin. Los tres campeones del mundo someten duramente a sus compañeros. Dos de ellos en mayor medida por el menor nivel de su compañero de garaje, pero los tres están siempre más arriba.
Por lo tanto, entender el podio de Alonso en Brasil es algo mucho más complejo de lo que la gente asimila a primera vista. Si uno lo desmenuza, nos encontramos seguro con el buen hacer del asturiano, de eso no hay duda, pero también con una incompetencia de su rival en el final de la carrera, y con el acierto de la configuración de Aston Martin para Interlagos. En el año más dominador de un equipo en 73 ejercicios de historia de la Fórmula 1, uno de sus pilotos semana tras semana demuestra que es incluso incapaz de subir al podio. Aún me retumban en los oídos las comparaciones que surgieron ya en la retransmisión con Imola 2005 y Michael Schumacher, vamos un sacrilegio. Pero que Lance Stroll termine justo por detrás de ellos dos explica aun más lo vivido en Interlagos por los coches de Silverstone, y por ejemplo por sus rivales de Brackley, que no pasaron de la octava plaza de Hamilton.
Bueno, pues con todo eso, adelantar que vamos a ver este fin de semana no se presenta complejo, se antoja imposible. Si a ello sumamos la peculiaridad de un trazado con velocidades punta similares a las de Monza, lo que nos pondrá en parrilla monoplazas con los alerones de baja carga aerodinámica, la ausencia de curvas rápidas, puesto que las enormes rectas se enlazan con curvas de radio corto, un asfalto que no ha visto gomas de competición nunca, porque cuando la Fórmula 1 aterrizó en Las Vegas en el 81 y el 82 se usó un trazado más pequeño en el aparcamiento del Caesars Palace, y que durante los tres días estará abierto a la circulación puesto que solo se cerrará durante la noche, y que vamos a tener uno de los grandes premios más fríos de la historia con temperaturas inferiores a los diez grados, nos encontramos con que es más fácil ir al MGM, al Venetian o al Bellagio y ganar en la ruleta, que acertar el podio del gran premio. Precisamente por eso, ¡hagan juego señores!
@luismanuelreyes